Si estás aquí, es porque has recorrido un camino profundo y has llegado al final del libro. Te dejo a continuación las respuestas a las preguntas que aparecen al final.
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El juego de tu Vida.
El juego comenzó cuando decidiste entrar al estadio para tener la experiencia de jugar.
Como todos los juegos, en un estadio. Representado por el mundo físico en la Sefirá de Maljut.
Tu mente.
Tu vida, sucediendo en el momento presente, que es el único momento donde la puedes vivir.
El momento presente, el único momento donde sucede tu vida.
n el “Juego de la Vida”, el objetivo es ganar, pero no derrotando a otro equipo. Ganar aquí significa completar nuestra corrección o Tikún, lo cual implica transformar nuestro deseo de recibir para beneficio propio en un deseo de recibir para compartir y contribuir positivamente. El verdadero reto es enfrentarnos a nuestro Yetzer Hará (la inclinación al egoísmo) y superar los obstáculos que nos muestran lo que debemos corregir.
A través de experiencias en el mundo físico, tenemos la oportunidad de transformar nuestro deseo egoísta, en un deseo altruista de compartir e influenciar. Este proceso de corrección, nos permite abrir las cortinas que nos impiden acceder a la luz infinita en su máxima expresión.
El Yetzer Hará, que representa la inclinación al mal o el impulso negativo dentro de cada persona. Este equipo contrario no está compuesto por enemigos externos, sino por nuestras propias tendencias egoístas y deseos mal canalizados. Tu Yetzer Hará tiene la medida exacta de tu deseo de recibir para ti mismo.
Mira a tu alrededor. Detente un momento para reflexionar sobre lo que te hace sentir incómodo o frustrado, observa las situaciones que se repiten en tu vida, así como las acciones que hacen algunas personas que te causan dolor o malestar.
El juego de la vida no tiene una duración fija. Al igual que en un partido de fútbol, no sabemos cuánto tiempo nos toca jugar. Algunas personas juegan todo el partido, otras solo una parte, y algunos incluso pocos minutos. Lo importante es aprovechar al máximo el tiempo que se nos da y cumplir nuestra función en la cancha, haciendo lo mejor con lo que tenemos en cada momento. A veces se necesitan varios juegos para lograrlo.
Si el Yetzer Hará logra pasar tu barrera y anotar un gol, no es el fin del mundo. Sin embargo, el esfuerzo requerido ahora es mayor. Tu labor consiste en anotar un gol para romper la Klipá que generó el gol en contra y luego debes ser capaz de sobreponerte a esa situación, anotando un gol adicional para dominar el partido.
Aprender a caminar implica caerse, y esas caídas son una parte inevitable del proceso. Imagina a un bebé que cae una y otra vez mientras da sus primeros pasos. Cada tropiezo no es una derrota, aunque desde su limitada experiencia pueda verlo así. Sus padres no se molestan cuando se cae; al contrario, se alegran porque entienden que cada intento lo acerca más a su objetivo. De manera similar, en el fútbol, pocas jugadas culminan en gol, pero cada intento es necesario para alcanzarlo. Así ocurre en la vida: cada obstáculo o aparente error no es un fracaso, sino una parte esencial del camino hacia el éxito. A menudo nos frustramos creyendo que hemos fallado, sin darnos cuenta de que esos desafíos nos están preparando para algo mayor. Si pudiéramos ver que cada tropiezo nos impulsa hacia el crecimiento, cambiaríamos nuestra perspectiva. En lugar de frustrarnos, estaríamos agradecidos, comprendiendo que las caídas no son barreras, sino pasos hacia nuestras metas. Así como caerse es necesario para aprender a caminar, cada desafío en la vida nos empuja hacia nuestro verdadero potencial.
En la Kabalá, cada experiencia de vida es necesaria y valiosa. La forma en que decides vivir cada situación de tu vida es lo que la vida te puede ofrecer. La experiencia en sí misma es neutra; es tu interpretación la que la convierte en una victoria o una derrota y, a su vez, moldea tu siguiente paso en el camino.
En el juego de la vida, la regla más elevada que debemos tener siempre en mente es asumir plena responsabilidad por todo lo que sucede en nuestra realidad. Desde la perspectiva de la Kabalá, entendemos que cada experiencia que vivimos es una oportunidad diseñada por el Creador para nuestro crecimiento y corrección (Tikún). Nada en nuestras vidas es casual; todo está orquestado para revelarnos lo que necesitamos transformar. Solo cuando tomamos consciencia de nuestras propias limitaciones y desequilibrios podemos comenzar el trabajo de corrección, pues nadie puede corregir lo que no ve en sí mismo.
De igual forma, no podemos exigir o esperar que los demás cambien o sean diferentes, ya que cada uno está en su propio proceso de corrección. La Kabalá nos enseña a ser tolerantes y compasivos con los otros jugadores en este gran juego, comprendiendo que ellos también están luchando con sus propias Klipot (cáscaras) y deseos egoístas. Nadie puede corregir o mejorar algo de lo que aún no ha revelado en su consciencia.¿Cómo puedes molestarte con alguien por algo de lo que esa persona no es consciente de si mismo? La tolerancia con los otros jugadores es la regla principal en este juego. Al reconocer que cada uno libra sus propias batallas internas, nos volvemos más empáticos y pacientes. La regla principal en este juego de la vida es clara: aprende a ser un espejo de amor y tolerancia para los demás, pues todos estamos trabajando en nuestra propia corrección, en el tiempo y el espacio perfectos que nos corresponde.